domingo, 14 de octubre de 2012

Cartas.

Es una noche fría, llueve, cala hasta dentro. Es otra noche fría, solitaria, nada nuevo. Ella no espera a nadie y él lleva tiempo sin saber lo que es que le esperen. Esa noche, sin un por qué, por casualidad  como casi todo en la vida, ambos deciden salir, no muy lejos, solo a la esquina de abajo. Paraguas en mano, con el abrigo y sin peinar baja ella, él se pone un abrigo gordo, impermeable, olvida el paraguas, "no me vendrá mal un poco de agua en la cara" piensa. De repente se chocan, para ella no es nada, tímida pero obligando a una pequeña sonrisa a salir pide perdón y sigue a delante. Para él todo ha cambiado, ha visto unos ojos que nunca le podrían dejar indiferente, una sonrisa semi invisible que mostraba el intento de ocultar una tristeza acumulada. Él ha visto un ángel, ángel de alas cortadas ya que aún nadie le ha enseñado a volar.
A la mañana siguiente ella se levanta, tan sola como siempre, llega a la puerta y ve una carta. La abre, preguntándose extrañada porque no estaba en el buzón como todas. La carta no dice nada pero para ella lo es todo, un simple "buenos días princesa", no hay nada más. De repente se adentra en un mar de dudas. ¿Quién? ¿Por qué? ¿Seguro que esto era para ella? Ella asume que esa carta no es para ella, se obliga a borrar esa preciosa sonrisa que brilla en su cara, esa que hacia tiempo que no se dejaba ver. Deja la carta sobre la cocina, la mira durante todo el día recelosa de haber sido realmente la destinataria de ese detalle.
Vuelve a amanecer, nada ha cambiado, ¿o sí?, se levanta y encuentra otra carta, al día siguiente hay otra y otra y otra... Cada mañana se levanta ilusionada, esperando puntual la cita con una carta de alguien sin nombre que está firmando su sonrisa. Una mañana, despierta ilusionada, pero no hay nada. "Habrá enfermado", "No habrá podido mandarla" se repetía. Espera todo el día y nada. El día siguiente tampoco hay carta, ¿por qué? ¿qué habrá pasado? No entiende nada, necesita saber quien es él, necesita asegurarse de por quien sonríe. Piensa que quizás todo esto haya sido una broma, un efímero matiz de luz en una vida condenada a las sombras. Tras una semana la ilusión ha desaparecido, pero al despertarse encuentra otra carta. Esta carta es diferente, él pregunta si ha echado de menos las cartas, si ella se ha dado cuenta de eso la pide que vaya a un sitio. Ella está nerviosa pero se muere por hacerlo, necesita hacerlo. Necesita poner cara a la razón por la que sonríe. Tiene miedo, tiene tanto miedo, no espera al chico perfecto pero...¿Y si no es lo que espera? ¿Y si es un loco? ¿Y si es la continuación de esta broma de mal gusto? Lo piensa y asume que no tiene nada que perder, lo tiene todo perdido. Busca el coraje que hace tiempo dio por perdido y se prepara para ir. Llega al café temblorosa asegurándose de que está perfecta, ha avisado a algunas amigas de que está allí promete mandarlas un mensaje cuando el llegue, ellas están preocupadas... Está temblando, nota como las piernas no la responden, se sienta, está acalorada, llena de nervios pero aún así sigue sonriendo, ella misma se da cuenta de que merece la pena haberse arriesgado, echaba de menos su propia sonrisa, ¿triste, verdad? 
Decide sentarse en una mesa a esperar, ha llegado pronto pero no sabe a quien busca, él prometió sentarse a su lado cuando la viera. Está sentada y mira su reloj, piensa que si no aparece no pasará nada pero ella necesitaba asegurarse de que lo había intentado, ella intenta ser feliz, lo  intenta. Hay un chico sentado cerca, se fija, "¡Qué guapo!" piensa. "¡Ojalá fuera él!" se dice. Luego esboza una sonrisa, "¡qué tontería! Un chico como ese fijándose en mi". Vuelve a mirar el reloj llega tarde, ella se plantea levantarse e irse, ¿qué hace ahí?¿El tonto? Hace el amago pero de repente el chico guapo se levanta, se acerca a su mesa, su corazón se acelera. Él pregunta si puede coger servilletas, ella con cara de decepción asiente, ni si quiera habla solo asiente con la cabeza sin apenas mirarle a los ojos. "¡Soy tonta!" repite en su cabeza, pasan minutos aun que a ella la parecen horas, no la gusta esperar, suele llegar tarde pero hoy era especial, estaba tan nerviosa que llevaba demasiado tiempo de sobra para salir de casa. Entra alguien al bar, ella no se da cuenta, está mirando el reloj, el móvil, está tan nerviosa. Alguien la tapa los ojos. Esto era una cita a ciegas, así sigue. Necesita girarse, necesita verle. Le quita las manos de la cara, con delicadeza, parece que tiene miedo de dañarla como quien coge una frágil pieza de coleccionista. Se sienta a su lado. Ella le mira, no se lo puede creer, es demasiado guapo para ella, no dice nada solo le mira. Ella piensa que es la cosa más bonita que existe en la faz de la Tierra. Él le mira con su sonrisa perfecta, unos ojos verdes y una rosa en la mano. Ella sigue sin reaccionar. Él se presenta, ella apenas oye su nombre, no se lo puede creer. La cara de él empieza a cambiar, deja atrás su seguridad, muestra que él tiene tanto miedo como ella. Deja la rosa, la mira. Ella vuelve, una sonrisa gigante inunda su cara, dice su nombre mientras coge la rosa diciendo gracias. Ambos empiezan a hablar pero las cosas están claras.
Él sonríe sabiendo que alguien le espera y ella se muere de ganas por poderle esperar.

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